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Artículo del Canciller de Ucrania, Sr. Pavlo Klimkin, “Quinto aniversario de la ocupación rusa de Crimea”
Опубліковано 11 березня 2019 року о 17:04

Se cumplen 5 años desde el inicio de la ocupación rusa de Crimea. En febrero de 2014, por la primera vez en la historia europea de post-guerra, Moscú  arrebató una parte del territorio de otro estado soberano, llegando a desestabilizar de esta manera el sistema de seguridad europeo y global.

El Ministro y  Canciller de Ucrania, Sr. Pavlo Klimkin

Se cumplen 5 años desde el inicio de la ocupación rusa de Crimea. En febrero de 2014, por la primera vez en la historia europea de post-guerra, Moscú  arrebató una parte del territorio de otro estado soberano, llegando a desestabilizar de esta manera el sistema de seguridad europeo y global.

En aquel entonces el mundo fue prácticamente unánime en condenar la anexión de Crimea por Rusia y hasta ahora esta posición no ha cambiado, aunque el Kremlin estaba convencido de que pronto le perdonarían Crimea, como sucedió con Georgia en 2008.

Todos los políticos, analistas y juristas conscientes están de acuerdo que Moscú ha violado groseramente el derecho internacional, y nadie tiene dudas que desde el punto de vista legal Crimea pertenece a Ucrania. Y esto, naturalmente, está muy bien.

Pero al mismo tiempo, hay muchos en el mundo quienes consideran que “humanamente” se puede comprender el actuar de Putin, pues, según les había llegado a los oídos en algún lugar, “Crimea siempre ha sido rusa”.

Es difícil encontrar un mito más absurdo y menos argumentado, el cual, no obstante, se arraigó profundamente en todo el mundo e inclusive logró penetrar en la consciencia internacional de masas.

La razón probablemente está en el hecho de que la propaganda rusa empezó a difundir esta desinformación de a poco, luego de la descomposición pacífica de la URSS, cuando no se veían los más mínimos indicios de la guerra. Y cuando llegó la guerra, la opinión pública internacional “no oficial” ya estaba preparada.

En este artículo me gustaría exponer los hechos históricos que desmienten dicho mito y cuya veracidad es fácilmente verificable en Wikipedia o en cualquier otra fuente imparcial y objetiva.

Veamos, pues, los hechos.

El pueblo autóctono de Crimea son los tártaros que tenían su propio estado – el Kanato de Crimea. Hay que señalar que fue un estado musulmán fuerte y de alto desarrollo cultural. En cuanto a los rusos, simplemente no existían en la península, si no consideramos a los prisioneros de guerra.

Al principio del siglo XVIII, como resultado de las reformas de Pedro Primero, Moscovia se transforma en el Imperio ruso, gana fuerzas y conquista a varios estados europeos vecinos.

Así, logró conquistar Estonia y Letonia en 1721, Lituania y parte de Polonia, incluida Varsovia, en 1795, Finlandia en 1809. Hoy día, todos esos países son estados soberanos, miembros de la ONU, la Unión Europea y la OTAN (excepto Finlandia). Y difícilmente alguien tendría la osadía de decir que ellos “siempre han sido rusos”.

 

El Kanato de Crimea entró en la lista de los países conquistados por Moscú en 1782, lo cual es relativamente reciente, desde el punto de vista histórico. De esta manera, hablar sobre algún tipo de pertenencia secular de Crimea a Rusia sería un absurdo puro. Es simplemente uno de los países, uno de los pueblos que fueron dominados con armas en aquel período por el Imperio ruso.

La única diferencia de Crimea de los demás estados arriba mencionados consiste en el hecho de que después del desmoronamiento del Imperio ruso en 1917 los tártaros no lograron preservar su independencia. Al igual que Ucrania, Crimea fue usurpada por los bolcheviques, permaneciendo en el seno del mismo imperio ruso, pero que ya tenía el nombre de la URSS.

Pero en la Unión Soviética Crimea tuvo aún menos “suerte” que Ucrania. Ucrania se convirtió en una “república soviética” con indicios formales de soberanía estatal, mientras que a Crimea en 1921 la Moscú bolchevique le concedió apenas el estatus de autonomía, y eso como parte de la república soviética rusa, y no ucraniana.

Esta decisión del Kremlin contradice abiertamente a la realidad objetiva, pues desde el punto de vista geográfico la península de Crimea es parte de Ucrania, sin tener ningún vínculo territorial con Rusia. La pertenencia administrativa a Rusia, junto con la conexión territorial con Ucrania dificultaba de manera considerable el desarrollo económico de la península, cuyo abastecimiento se realizaba prácticamente en su totalidad desde Ucrania.

Fue la propia Moscú quien reparó la situación, al tener que finalmente reconocer las realidades geográficas y económicas. En 1954 el Kremlin inició la transferencia de Crimea de la república rusa a la ucraniana. (En el Kremlin ni siquiera podían imaginar que Ucrania un día sería independiente, pues para la cúpula gobernante de la URSS, Crimea, al igual que toda Ucrania, de-facto seguía siendo rusa).

Quiero hacer un hincapié especial. La transferencia de Crimea fue realizada con la completa observación de las leyes y procedimientos que existían en la URSS. El mini-mito ruso de que Crimea fue regalada a Ucrania voluntariamente por el imbécil de Jrushchov es una ficción vulgar. En 1954 Jrushchov aún no tenía suficiente autoridad para semejante actitud personal.

Pues ahora nos hemos acercado a la comprensión del verdadero sentido de la evocación “Crimea siempre ha sido rusa”. Resulta que no se trata ni siquiera de 150 años como prisionero del Imperio ruso (1783-1917), pues entonces los reclamos semejantes se referirían a las demás ex-colonias que ahora son estados independientes. Aquí el período decisivo es el de la existencia como parte de la república soviética rusa, desde 1921 a 1954, o sea apenas 33 años de una historia reciente.

Por lo que parece, desde el momento de la desintegración de la URSS a los dirigentes soviéticos les enloquecía la idea de que, si no hubiera sido por el año 1954, Crimea se habría quedado parte de Rusia. Al mismo tiempo, no les preocupaba en absoluto el hecho de que, si no hubiera sido por lo que sucedió en 1921, la península habría sido parte de Ucrania, y si no hubiera sido por la conquista de 1783, habría sido un estado independiente con 0% de la población rusa.

Y finalmente en 2014 la insolencia imperial llegó a su colmo – el Kremlin procedió a la usurpación criminal de Crimea, despreciando el derecho internacional, la lógica histórica y la justicia.

Puedo citar, como un chiste, otro mini-mito ruso sobre Crimea que el propio presidente ruso puso en circulación.  Él declaró que “para Rusia, Crimea tiene un significado sacro y es allí donde se encuentra la fuente espiritual de la formación de la nación y del estado ruso” porque fue en Crimea donde recibió el cristianismo el príncipe Volodymyr quien más tarde bautizó a toda Rus.

El príncipe Volodymyr en efecto fue bautizado en el año 988 en Crimea (por lo menos, así cuentan las crónicas) y el mismo año bautizó a su país. Pero él fue príncipe de Kyiv y no de Moscú, y bautizó a Rus de Kyiv y no a Rusia. En lo que se refiere a Moscú, Rusia y el propio etnos ruso, ellos simplemente no existían aún en aquel tiempo. En los bosques en el lugar donde se encuentra Moscú actualmente, entonces dominaban tribus ugrofinesas, los cuales apenas al cabo de algunos siglos fueron asimiladas por los eslavos y se convirtieron en el núcleo de la nación rusa actual.

Pues, ¡nuevamente un absurdo! Sin embargo, hasta este burdo fraude histórico hoy día está siendo lanzado en el espacio informativo internacional. Como siempre, se apuesta a que nadie se tome el trabajo de consultar a Wikipedia.

No obstante, el mito sobre la “Crimea rusa” se edificaba, lamentablemente, no solo en los “fakes” propagandísticos y tergiversaciones absurdas de la historia. En mayo de 1944 Moscú realizó una operación criminal de envergadura, cuyo objetivo radicaba en limpiar Crimea de su pueblo autóctono, sustituyéndolo con los rusos étnicos.

El régimen estalinista acusó a todo el pueblo tártaro de Crimea de colaboración con los nazis que habían ocupado Crimea durante 1941-1944, y todos los 191 mil tártaros, incluidos los bebés recién nacidos, en dos días fueron deportados a regiones lejanos del Asia soviética. La tesis de que el Kremlin necesitaba hacer justamente la limpieza étnica, utilizando la acusación de traición como un pretexto, está confirmada por el hecho de que fueron deportadas, junto con los demás, las familias de los 9 mil tártaros – soldados del Ejército rojo, los cuales en ese momento estaban luchando en el frente contra los nazis, y más tarde, esos mismos combatientes también fueron desterrados. Además, después de los tártaros fueron deportados también otros grupos étnicos – griegos, búlgaros, armenios, que habían vivido en la península durante siglos y a los que nadie supuestamente les acusaba de traición. Apenas se quedaron en la península los eslavos, o sea los rusos y ucranianos locales.

Después de eso, se inició el traslado masivo de la gente del interior de Rusia a Crimea. Ellos ocuparon 80 mil viviendas vacías que se quedaron abandonadas después de la deportación del pueblo autóctono. Son justamente los descendientes de aquellos colonos rusos que forman la base de aquella parte de la población de Crimea que apoya la anexión rusa de Crimea y cuya voluntad al Kremlin le gusta tanto evocar en cualquier ocasión.

Moscú siempre impedía a los tártaros de Crimea volver a su patria. Su repatriación masiva empezó ya después de la independencia de Ucrania. Fue el Estado Ucraniano quien asumió todos los costos y tareas de reasentamiento de todo un pueblo. Hasta el año 2013, regresaron a su patria histórica 266 mil tártaros, lo que constituía 13,7% de la población de la península.

La ocupación rusa en 2014 fue una verdadera catástrofe nacional para los tártaros de Crimea. Ellos habían escapado del GULAG, pero el GULAG volvió a su tierra natal. Por esta razón, prácticamente todo el pueblo tártaro de Crimea está en oposición a los invasores rusos y sigue siendo fiel a Ucrania. Es justo por esto que los tártaros han sido hoy la principal víctima de represiones y persecuciones por parte de los ocupantes. Unos 25 mil tártaros se vieron obligados a volver a abandonar Crimea y emigrar a la Ucrania continental. El Kremlin prohibió el Medjlis, parlamento nacional de los tártaros de Crimea, se practican represalias contra los medios, la educación, la cultura y la religión tártaros, decenas de patriotas fueron metidos en las cárceles. Así, en diciembre de 2018 en un puesto de entrada a Crimea los ocupantes detuvieron a Edem Bekirov quien iba a visitar a su madre de 78 años. Bekirov es un discapacitado, tiene diabetes grave, una pierna amputada y 4 stents coronarios después del infarto que sufrió el año pasado. El estar preso sin los medicamentos necesarios y una atención especializada equivale a una sentencia de muerte para él. No obstante, la “justicia” rusa lo mantiene tras las rejas. Y él está acusado de supuestamente haber tenido la intención de pasar a alguien una bolsa con 15 kilos de explosivos, aunque por su estado de salud no puede levantar ni siquiera dos kilos. El carácter francamente absurdo de la acusación, la insolente jactancia de la arbitrariedad judicial testimonia que la máquina represiva rusa trata de amedrentar y desmoralizar a los tártaros de Crimea.

Quiero señalar que no sólo los tártaros son víctimas de represiones. El mundo entero ya conoce el nombre del director de cine, un ruso étnico y verdadero patriota de Ucrania Oleh Sentsov, preso injustamente por haber protestado contra la anexión de Crimea. Un símbolo de valentía para nosotros también es el ucraniano étnico Volodymyr Balukh quien fue metido tras las rejas por el hecho de haber izado la bandera ucraniana junto a su casa en la Crimea ocupada. Como vemos, contra la brutal aprehensión de sus tierras por ocupantes rusos, protestan y luchan los hombres fuertes y valientes de Crimea, independientemente de su nacionalidad. Las violaciones de los derechos humanos y nacionales en la península por parte de Moscú han sido condenadas, en repetidas ocasiones, por las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales. Pero tengo la certeza de que la comunidad internacional debe triplicar los esfuerzos a fin de liberar inmediatamente a los presos políticos.

Está evidente que el actual crimen contra el pueblo tártaro de Crimea es la directa continuación del crimen de 1944 que entró en la historia universal con el nombre “deportación”, es esta definición que hoy día se utiliza por todos los científicos, políticos y periodistas. Sin embargo, este término que ya de por si es terrible, en realidad no es más que un eufemismo político que representa un cuadro incorrecto, más suave de la realidad. Los hechos evidencian que apenas en los primeros 4 años en el destierro, debido a condiciones extremadamente duras de la existencia, fallecieron 46,2% de los tártaros de Crimea. Y esto no es apenas una deportación, es un verdadero genocidio. Por causa de cambio de términos, el genocidio de los tártaros de Crimea, al igual que en su tiempo el Holodomor ucraniano, desapareció de la memoria histórica de la humanidad, y, tenemos que reconocer, es otro de los triunfos negros de la propaganda ruso-soviética.

En síntesis, Moscú necesita el mito de que “Crimea siempre ha sido rusa” también para preservar los resultados del genocidio de los tártaros de Crimea y de la implantación, en su lugar, de colonos rusos. Es igualmente uno de los principales objetivos de la actual anexión de Crimea.

De esta manera, la de-ocupación de Crimea y su retorno bajo la soberanía de Ucrania, aparte de los aspectos político y legal, tiene también un imperativo moral muy fuerte. La comunidad internacional no tiene el derecho de permitir que, aunque un solo genocidio “se rentabilice”, que los que lo hayan perpetrado, logren su objetivo inclusive después de muchos decenios.

 

https://www.stopfake.org/es/pavlo-klimkin-la-propaganda-rusa-empezo-a-difundir-desinformacion-de-a-poco-tras-el-colapso-de-la-urss/

 

*DISCLAIMER* Nueva Diplomacia does not take any responsibility for the views and opinions expressed in the interview which belong solely to the interviewee.

 

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